El poder del Señor trasciende más allá de lo que siquiera imaginamos. Es infinito y traspasa todo entendimiento humano. No hay límites. El señor es capaz de sanar las heridas que le dejamos a su cuidado, no esperemos sanación por parte de un acto de quién nos ha ofendido, dejemos simplemente todo en manos del Señor, el alivianará y hará descansar nuestra alma. Más bien, dejemos en manos del Señor y pidamos bendiciones (SINCERAMENTE) para esa persona para que pueda transformarse de acuerdo a la voluntad del Señor y todo lo sucedido pueda ser dejado atrás.